martes, 29 de junio de 2010

Sobre la mala memoria

Tengo un problema serio con el funcionamiento de mis neuronas.

Si no me queda papel higiénico será imposible para mi recordar que tengo que comprarlo, con el desastre que eso implica la próxima vez que haya que visitar al señor Roca.

Sin embargo, cuando me interesa un tipo soy capaz de guardar un montón de información inútil en un tiempo récord. Con un mes me basta para que en mi cabeza haya datos como su nombre completo, color de ojos, estatura exacta, fecha de nacimiento y horóscopo, profesión actual y anteriores, qué ropa llevaba el día que nos conocimos, número de calzado, dirección postal y de msn, nombre de familiares y amigos cercanos, canciones favoritas, aspiraciones en la vida, aficiones, horario de trabajo, modelo de coche y matrícula, número de teléfono, estilo en el vestir, cómo besa, cómo coge el cubierto al comer, qué calzoncillos llevaba la última vez que nos acostamos (y otros detalles sexuales), todas las cursilerías que dijo para camelarme y todas las excusas que inventó para abandonarme.

Cuando lo único que quieres saber de esa persona es que estaría mejor muerta, tener buena memoria es una putada. Solamente hay una cosa equiparable a la agonía de sus recuerdos: su olor entre mis sábanas.

Pero para el cerebro no hay lavadora.

5 comentarios:

  1. Eso se acaba solucionando cuando empiezas a comprobar que uno tras otro, están cortados por el mismo patrón, y empiezas a verlos simplemente como hombres grises que te rechazaron.

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  2. Gracias Caótica, una se alegra de ver que no está sola en el vertedero. Ya saldré.

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  3. Yo guardo en mi memoria el teléfono de la primera chica con la que salí, hace ya 23 años, que hizo cuanto estuvo en su mano por anularme y luego me dejó a un lado. Recuerdo el olor de su piel y la mayoría de nuestras conversaciones, incluso creo que sabría como llegar a la casa de sus padres.

    Sería maravilloso contar con un mando de "erase" en la cabeza para seleccionar todo lo que ocupa espacio de forma inútil

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  4. Joder, hasta recuerdo nuestro último encuentro, un par de años después en el metro, línea seis, estación Ciudad Universitaria, allá por junio del 91. Ella se quejó de que nunca la llamaba y yo, educadamente, respodí con algún lugar común en vez de soltarle lo que me brotó en la cabeza: que yo las mierdas sólo las pisaba una vez.

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  5. Jajaja grandísimo como siempre Peñas.

    Yo espero verlo con perspectiva dentro de un tiempo... de momento estoy convaleciente.

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