viernes, 25 de junio de 2010

Comienza la tortura mental

Acabo de comer. Sé que vas a estar en internet a eso de las tres. Te veo conectado, no me saludas. Esta vez voy a resistir. 5… 4… 3… 2… 1… Abres una conversación. Me preguntas qué tal el viaje y me cuentas que estás cabreado porque has suspendido un examen. Te marchas y no me das tiempo de despedirme. Estado Tuenti: Me cago en la puta de oros.
Son las seis y estás merendando. Te saludo, intento ser amable y cariñosa. Me cuentas que has ido al gimnasio y estás más tranquilo. Te marchas a estudiar, no insisto porque sé que no es tu mejor día. En fin, espero que estés más sociable esta noche.
Pues no. Hoy estabas muy ocupado, hablando con otra gente según dices. Eso significa dos cosas: o intentas hacerte el interesante o cualquier otra persona te interesa más que yo. Ninguna de las dos opciones es válida para mí. Me he enfadado y he decidido hacerte desaparecer. Te he borrado de mi Messenger y mi móvil (otra vez) y esta noche he quedado con un cualquiera en "discotecacercadecasa" para olvidarte.
Finalmente ese cualquiera no se ha dignado a presentarse, cosa de la que en parte me alegro porque así no he hecho ninguna tontería. Estoy despechada. Ni si quiera sé si tengo derecho, pero lo estoy. Escribo esto borracha, a las seis de la mañana después de una noche de autoestima frustrada. Nadie, y digo NADIE se ha dignado a decirme hola esta noche. ¿Tan despreciable soy? Joder, me considero bastante atractiva. Ni si quiera algún feo desgraciado se me acerca. En fin, acabo de coger un taxi y estoy en la cama. Me siento gilipollas, me has arrebatado el último esbozo de dignidad que me quedaba.
Me frustra esto. Yo no debería estar pensando en ti, ni en tus ojos, ni en tu forma de reír. Debería ser fuerte, asumir la realidad, pensar que eres un capullo que realmente no quería nada conmigo y seguir mi camino. Estoy comiendo rosquilletas y veo vídeos en Youtube. Esto es aún peor que llorar, joder... Mañana será otro día.

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