viernes, 25 de junio de 2010

Una distanciada primera cita

Llega el viernes, me recoges en casa y creo que es la primera vez que soy yo quien espera a mi cita y no a la inversa. Me acerco a tu coche y sales de él para recibirme, pienso que es un bonito detalle. Hablamos de cualquier cosa, te pregunto dónde vas a llevarme y me dices que confíe en ti. Llegamos a la zona nueva del puerto, aparcas y paseamos hacia una especie de “chill-out” con vistas al mar. Como la terracita está llena, seguimos paseando un buen rato hasta que se acaba el espigón y llegamos a la playa. No hay intentos de acercamiento. Alguien te llama por teléfono y yo aprovecho para sentarme, estos tacones me están matando. Nos quedamos mirando la gente pasar, hablando de tu trabajo, de los niños y de mil cosas que se te ocurren. Pasa una pareja de ancianos cogidos de la mano y pienso que es la viva imagen del amor. No puedo evitar imaginarme… menuda cabeza loca, es muy pronto para todo eso.

Se hacen las 21:00 y me preguntas dónde quiero cenar. Como mandas tú, te dejo elegir. Acabamos en "centrodeocio", sentados en la zona de no fumadores (parece que odias el humo tanto como yo) y compartiendo un menú para dos que insistes en pagar tú solo. Muy caballeresco, pero no soy de ese tipo de damas. El amor cortés es algo demasiado retro para mi gusto, no necesito que nadie me rinda vasallaje.

Terminamos la cena y decides que no vamos a tomar postre. Vaya, gracias por preguntar. En fin, como pagas tú no voy a exprimir tu crédito. Nos dirigimos hacia la cartelera a ver si hacen algo interesante en el cine. Por fin una pequeña intención de conseguir intimidad.

Entramos al recinto de los cines y a petición tuya nos sentamos en el minúsculo sofá que hay en la entrada de la sala. Seguimos hablando, riendo y manteniendo las distancias en la medida que el sofá lo permite. Va a comenzar la película, ocupamos nuestras butacas y tú sigues manteniendo la compostura y la frialdad de un témpano. Tendré que sacar la artillería pesada.

Se acerca la una, yo tengo mis picos hormonales y tú lo sabes. De hecho, me recuerdas qué hora es buscando mis reacciones. Te vas a enterar de lo que es la comunicación no verbal. Me revuelvo en el asiento, me descalzo y me expongo. Dejo mi mano en el reposabrazos con el dorso de la muñeca bien a la vista. Mi mente grita: tócame.

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