jueves, 30 de septiembre de 2010

Justificante de ausencia

Soy feliz.

Jodidamente pletórica. Ha llegado alguien especial a mi vida (por fin, pero eso da igual) y he dejado de destilar ácido por mis poros para empezar a segregar una melaza de dulzor insoportable. Esta felicidad eclipsa mis ataques de rabia contra el mundo y me resta inspiración para escribir entradas, de ahí mi prolongada ausencia bloguera. Normalmente sólo escribo del tirón, cuando algo me cabrea o me molesta especialmente, en un arranque de ira letal y desahogo. Eso de hacer borradores y pensar en nuevos temas de forma ordenada y que resulte interesante de seguir parece ser que no es lo mío; creed que lo he intentado, porque tener tan abandonaíto
el blog después de sólo unos pocos meses me parece una muestra más de mi ya conocida falta de constancia y eso me repatea.

Ante el yermo septiembre bloguero, he de asumir que se me está estropeando el cerebro de tanta endorfina y estoy comenzando a odiarme. Tanto alborozo y cómodo optimismo hace que se me oxiden las neuronas. Para que me entendáis, es como si a Bender le cambiasen la cerveza por mermelada de frambuesa. Empalagoso, ¿verdad? Aunque creo que los no-frikis seguiréis sin entenderme... pero podéis haceros una idea.

Comprended que quiera ahorraros tamaño sufrimiento.

Mañana escribiré más, pero advertidos quedáis del escaso interés del contenido.
No quiero lágrimas, que se me corre el rímel.


jueves, 16 de septiembre de 2010

En celo


Estoy cachonda perdida.

Salida, verraca, hirviente, palpitante, en ebullición, acalorada, lujuriosa, lasciva, calenturienta, con la libido por las nubes.

Estás en la oficina, asomas detrás del monitor de tu ordenador y yo te observo atrincherada desde mi mesa de trabajo mientras escribo esta entrada, dedicada a ti con toda la efusividad que me proporciona el subidón hormonal.

No alcanzo a comprender por qué estoy tan alterada. Estoy en el día 25 de mi ciclo y en lugar de ser una amargada víctima del síndrome premenstrual, soy mártir de mi furor uterino. Me conozco, soy consciente de mi hipersensibilidad sexual, pero lo de hoy juro que es exagerado. Debe ser tu olor, esa mezcla entre Le male y tus propias feromonas. Estoy inquieta, necesito mantenerme ocupada para despejar mi mente o acabaré saltando sobre ti... Y aún quedan cuatro horas compartiendo despacho.

Te veo comunicándote con el jefe supremo a través de Skype para intentar cuadrar un presupuesto de tarjetas mágicas. Tu cara de concentración, frunciendo ligeramente el ceño, me parece de lo más sexy y varonil. Todo ese vocabulario administrativo saliendo de tus labios, con la entonación chulesca que te da saber que eres el mejor en tu trabajo me resulta arrebatador. Estoy pasmada ante tamaña demostración de seguridad en uno mismo. Intento no mirar, concentrada en mi portátil, pero resoplas y alzo la vista. Algo se tuerce en la hoja de cálculo y te muerdes el labio inferior en un gesto exageradamente morboso. Acabo de descubrir que me pone mucho el rollo ejecutivo agresivo. Estoy a un paso de estallar en llamas. Mejor voy al baño a refrescarme.

Encerrada en el lavabo, me sorprendo a mí misma con un manantial de fluidos entre las piernas y una lluvia de ideas obscenas entre las sienes. No sé qué hacer con mis manos. Parece mentira lo evocador que resulta todo para mi imaginación cuando no la domino. Si no salgo pronto de aquí acabaré cayendo en el onanismo. Mejor vuelvo a mi trinchera.

Sigo comiéndote con los ojos, analizando cada uno de tus movimientos para guardarte en mi memoria y conseguir reproducirte fielmente en mi cabeza en mis ratos ociosos. Con unas manos desproporcionadas y esos dedos infinitos, verte acariciar la rueda del ratón es altamente provocador. Nunca había caído en ese paralelismo de formas y movimientos, pero al parecer un tal Andy Kurovets sí. No puedo evitar verme tendida en tu escritorio, sustituyendo el teclado por mi cuerpo. Sus vocales por mi boca y su barra espaciadora por tu barra en mi espacio. Joder...

Me revuelvo en mi silla. Intento cambiar de postura con tal de calmarme un poco pero mi scroll está demasiado demandante, rozándose entre mis muslos y el asiento. Necesito una ducha fría YA. Hay que levantarse. Me paseo hasta el termostato y lo bajo un par de grados, a ver si somatizo un poco el descenso de temperatura. No puedo evitar volverme al pasar frente a tu escritorio y tus ojos se encuentran con los míos en un cruce de miradas incendiarias. Relax, sólo queda una hora y podré soportarlo.

Entro de nuevo en el lavabo, me lavo la cara y me refresco con algo de agua porque esto no puede ser. Entonces ocurre. Llegas al cuarto de baño y me ves ahí haciendo tiempo, con las manos apoyadas en la pila y mirándome en el espejo el maquillaje corrido y el pelo humedecido. Mi mente hace una rápida reproducción de fotogramas lascivos mientras yo encajo que me estés viendo con semejante aspecto. Sacas tu Blackberry del bolsillo del pantalón y la dejas caer sobre el mármol. Me coges desde atrás y acercas tu cuerpo al mío, con tus manos sobre mis caderas. Observo anonadada cómo acercas tu boca a mi oído y, a cámara lenta, se abre para decir algo. Alta tensión.

- Estoy esperando la llamada de un cliente. Tienes de tiempo hasta que suene el móvil.
- Pensé que hoy no caerías.
- Contigo siempre caigo.

Me doy la vuelta y voy comiéndote la boca mientras me levantas a horcajadas para sentarme sobre el mármol. Te arranco la camisa en un suspiro y mientras devoro cada centímetro de tu torso desnudo, arremangas mi falda hasta acceder donde te place.

Besos, piel, respiración agitada, erección, guerra de sexos, jadeos, piel, embestidas, humedad, mordiscos, sudor, placer, gemidos... Me esfuerzo por mantener un nivel acústico aceptable. Tacto, más piel, deseo, fuerza, sublimación. Eres un experto en la lectura braille de mi cuerpo. A partir de aquí, inenarrable.

Cuando recupero la consciencia, analizo los daños.

En algún momento de éxtasis he roto el espejo del baño.
Necesito ropa interior nueva, o al menos seca.
Mi ombligo inundado de ti me obliga a hacer malabarismos para limpiar tu rastro de mi vientre.
Te marchas con mis uñas tatuadas en la espalda y el deseo chispeando en tu mirada.

Sé que habrá más.

Como alguien dijo: Se te va a secar el cerebro a través de la polla, de tantas pajas pensando en ella... déjalo ya!

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Asco de vida

Hoy, un amigo me ha explicado por qué un tío que se lía con muchas es un crack mientras una tía que hace lo mismo es una guarra. Literalmente, me ha dicho "está claro: una llave que abre un montón de cerraduras es una llave maestra, pero una cerradura que se abre con cualquier llave es una mierda".

Visto en: www.ascodevida.com

domingo, 5 de septiembre de 2010

Las fiestas del pueblo


- Buenos días.
- ...nsdías
- ¿No tienes resaca?
- No. ¿Bebí mucho anoche?
- Sólo te faltó beberte la fuente del pueblo.
- No sería para tanto... ¿Cuántos cubatas me pagaste?
- Pagar, pagué cinco. A partir de ahí ibas bailando con la gente para robar copas ajenas.
- Jajaja mi famosa técnica de la bailarina furtiva. Algún día me partirán la cara por eso. ¿Fue muy descarado?
- Hubo un momento en que tenías dos cubatas en la mano, los miraste con cada de grata sorpresa, te bebiste uno de vodka rojo del tirón y seguiste bailando con el de whiskey.
- ¿Bebí whiskey?
- Cariño, ¡si a las 8 de la mañana estabas bebiendo cerveza porque no quedaba nada más!
- Joder, odio la cerveza...

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(Intentando vestirme frente al espejo)

- Me duele todo... ostras, ¿y este moratón?
- A partir de la quinta copa empezaste una serie de catastróficos intentos de domar al toro mecánico.
- ¿HABÍA UN TORO MECÁNICO?
- Claro. Por cierto, no sé si mostrabas más interés en montar al toro o al que manejaba los controles.
- Muy gracioso...
- ¿Gracioso yo? Gracioso el detalle de hacerlo delante de mis narices.
- Te quiero.
- Ya, claro ahora vienes conumsndeui... (reproche interrumpido por la irrupción de mi lengua en su boca)


Sexo de reconciliación.

Bis.


FIN


Nota personal de mis genitales para mi hígado: Eres un fuera de serie. Gracias por trabajar horas extra y librarnos de la resaca. Te recompensaremos con tu correspondiente ración de hormonas.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Lo más bonito que había en la basura


Está tendida en el suelo, boca arriba, desnuda delante del ventilador. Hace muchísimo calor y cada uno se alivia como puede.

El soplido de las aspas acaricia su pelo y esparce su olor por toda la habitación. Nunca ha usado perfume, colonia, ni desodorante y su champú es el más barato de las tiendas. Es increíble que huela tan bien.

Recuerdo perfectamente la primera vez que la vi. Salí a tirar la basura y me sobresalté al oír lo que parecía un llanto procedente de una de las bolsas que había junto al contenedor. Me acerqué algo nerviosa y aterrorizada ante la idea de que algún alma despiadada hubiera abandonado un bebé como si fuese un desperdicio más. Mi presentimiento no erró, me quedaba corta.
Desaté la bolsa y no podía creerlo, allí estaba ella con dos de sus hermanos. Estaban llorando, fríos y sucios. Tres pequeñas bolitas de pelo hambrientas, pidiendo el calor y el cariño que les habían arrebatado sin motivo. Los entré a casa a pesar de mi alergia y sabiendo que no podría quedarme con ellos. Me saltaron las lágrimas de la impotencia.

Nos costó mucho encontrar buenas personas que acogieran a los dos hermanitos que la acompañaban. Ella era la más menuda, blanca y fría como un copo de nieve. Se quedó sola en la caja de cartón y yo no pude resistirme a esos inmensos ojos azules que imploraban un poco de amor. Todos los que afirman que los gatos son ariscos lo dicen porque no conocen a Nieve.

Apenas pesaba 200 gramos y cabía en la palma de mi mano. La estuve alimentando con un cuentagotas y una especie de leche materna casera que inventamos para ella. Pasaban los meses, se hacía grande y cada día me iba enamorando más de ella.

Han pasado casi dos años y nos conocemos mucho la una a la otra.

Le gusta tumbarse entre el teclado y yo, usando mi brazo como almohada.
Le encanta perseguir el cursor de mi ratón por el monitor, igual que jugar a cazar a SuperMario en la pantalla de la tele cuando estoy jugando a la Wii.
Acude cuando la llamas por su nombre y entiende las regañinas, aunque no las obedece si la travesura le compensa.
Sabe que cuando cojo el bolso voy a salir de casa y me acompaña hasta la entrada para despedirse. Si me entretego más de lo que considera oportuno, salta al picaporte intentando abrir la puerta, recordándome que he de marcharme.
Cuando oye mis llaves en la cerradura, viene corriendo a recibirme con una ración gigante de mimos y besos. Olisquea cualquier bolsa u objeto nuevo que haya traído. No se separa de mi lado un solo segundo mientras estoy en casa. Sé que tiene miedo de estar sola y ella sabe que nunca la voy a abandonar. Cada vez que me marcho, me interroga con la mirada y suplica que no tarde mucho.
Gruñe cuando suena el timbre y ya estamos todos en casa, no vaya a ser que algún desconocido entre. A pesar de eso, es cariñosa y simpática con toda persona que se le acerque.
A veces, en un arrebato de travesura, escapa de casa y sube las escaleras del edificio sabiendo que voy a seguirla donde vaya. Cuando no la sigo, me espera y me observa desafiante, preparada para huir unos cuantos peldaños más arriba en cuanto me acerque. Le encanta jugar conmigo tanto como a mí jugar con ella.
Siempre que tiene oportunidad, aprovecha para pedir pollo o paté, aunque sólo puede comer su pienso porque lo demás le sienta mal y termina vomitando.
Duerme amasando la manta de lana que tejió mi abuela y por eso se la regalé hace ya tiempo.
Sus juguetes favoritos son las pelotitas con cascabel, cuanto más ruidosas mejor. Las persigue pasillo abajo, para cazarlas con la boca y traerlas a mis pies hasta que se las lance y vuelta a empezar.
Se tumba delante de la gente, con la panza boca arriba esperando que la acaricien. Sabe que nadie se resiste a su "monosidad".
Odia el día que toca ducha, pero aunque se queja y trata de dar penita no se resiste.
Puedes tirarle el bigote, aplasturrujarla en un abrazo, pegarle celo en las orejas o hacerla rabiar cuanto quieras, NUNCA te va a sacar las uñas y mucho menos morderte.
Ha aprendido a llamar a las puertas cuando quiere entrar en una habitación.
Cuando estamos en el baño, sube a la tapa del bidé hasta que le abra el grifo porque el agua está mucho más fresquita que la del bebedero.
Siempre duerme la siesta con mi madre, porque sabe que es la que manda en casa y le conviene tenerla de su parte.
Sabe hacernos chantaje emocional cada vez que quiere conseguir algo. Habla muchísimo, pero ninguno de los sonidos que emite dirías que es un maullido.

Estoy convencida de que ella no sabe que es un gato y por eso no actúa como tal.
Si no fuese hembra y de otra especie, le pediría matrimonio.

Ella es simplemente perfecta.