jueves, 7 de abril de 2011

De cómo llegué a ser una mujer trabajadora (de nuevo)

Era agosto de 2010, un día de esos en que hace tanto calor que si sacas la sartén por la ventana puedes hacerte una tortilla.

Mi familia estaba en la casita de la playa, tomando el sol y haciendo barbacoas al aire libre en plan tribu de los Brady. Todo ese aire bucólico a mí me hastiaba después de mis desventuras amorosas y yo había optado por pasar el verano haciendo mi propia versión lastimera de Eva María, quedándome en la ciudad donde pudiera tener internet bien cerca para fustigarme con imágenes del susodicho saliendo de fiesta y cortejando nuevas víctimas. Después de las fases de espera ilusionada-victimismo-depresión-convalecencia y unas cuantas semanas de castigo, llegó la fase de promiscuidad despiporre y alcoholismo previos al contacto definitivo con la realidad. De esta etapa no estoy especialmente orgullosa, pero tampoco me avergüenzo porque ha sido imprescindible para volverme a colocar los pies en el suelo, el corazón en el pecho y la cabeza sobre los hombros. Y porque entonces apareció él, dando un vuelco a mi vida y llenando de ilusión los rincones de desesperanza. A lo que iba, que es la historia de cómo volví al mundo laboral: Con la repentina confianza que otorga amanecer unos cuantos días junto a alguien, Pasteloso se tomó la libertad de registrar las despensas de mi casa y tras confirmar que no podía seguir sobreviviendo a base de galletas y espaguetis durante toda la ausencia estival de mis padres, me obligó a bajar al súper para reponer víveres. Era urgente hacer la compra y yo lo sabía, pero salir a la calle en pleno agosto significa exponerte a una muerte agónica por combustión espontánea. Sientes el sol asarte los pulmones al vapor cada vez que inspiras. Mi razonamiento incuestionable era que mejor morir de hambre que a la papillotte. Pasteloso me sacó de casa cogida de la oreja y con una lista de la compra nos fuimos al Mercadona más cercano. Estando en la cola de la caja, sonó mi móvil:


- Hola, ¿es ud. la señorita Paranoica?


- Sí, soy yo.


- La llamo del Valle de los Reyes, tenemos aquí su currículum y estamos interesados en hacerle una entrevista de trabajo mañana por la mañana.


En ese momento entré en shock confusional. En menos de dos meses había hecho cuatro entrevistas de trabajo para tres empresas diferentes (una clínica de fertilidad, un centro de estética y una cadena de geriátricos) y yo no había echado candidatura para ninguna de ellas. No entendía el repentino interés del mundo laboral hacia mi persona ahora que yo pasaba de incorporarme a él. Obviamente como no me interesaba lo más mínimo no encajaba en el perfil , no me cogieron para ninguno de los puestos ofertados... ¿El Valle de los Reyes? ¿otra vez? Ya hice una entrevista para esas residencias hace apenas un mes y ¿ahora me vuelven a llamar? ¿qué quieren? Me quedé mirando a Pasteloso con cara de estar más perdida que un pulpo en un garaje.


- Es de una residencia de viejos, para una entrevista de trabajo mañana.


- ¿Tienes algo que hacer?


- No.


- ¿Entonces?


- No quiero trabajar allí, odio comerme marrones y pagan una mierda. Es verano y me llamarán pronto de la pública.


- No seas tonta, haz la entrevista y si te llaman de otro sitio siempre estás a tiempo de rechazar.


- ...


Caprichos del destino, la noche anterior habíamos estado hablando de que la convivencia con su anterior pareja había fracasado porque ella estaba estudiando y se negaba a trabajar dentro y fuera de casa. Así que en un alarde de madurez, acepté aquella entrevista para un puesto de trabajo que no me motivaba en absoluto para impresionar a un hombre.


Respecto al trabajo, no me equivoqué y es una mierda, pero al menos tengo un sueldo al final de mes y teniendo en cuenta cómo están las cosas ya puedo darme con un canto en los dientes. De las maravillas del Valle de los Reyes ya os hablaré otro día.


Como conclusión final, es curioso que de lo jodida que puede llegar a quedarse una al verse de un plumazo sin casa, sin trabajo y sin novio, lo más notorio sea esto último. Estar en el paro y volver a parasitar la casa de mis padres cual nini me traía sin cuidado, pero no tener pareja me atormentaba de una forma que ahora mismo no soy capaz de explicar. Más tarde descubriría que a mi bruja ese orden de preferencias se la traía al pairo.


Para resolver el misterio de las entrevistas fantasma, debo confesar que estaba tan obsesionada y deprimida en mi falsa soledad que no me di cuenta de cómo mi familia estaba luchando por ayudarme a resolver mi situación. Mi bruja había decidido coger las riendas y pasaba mis meses de autocompasión bombardeando a todas las empresas del país con mi curriculum. Y claro, de alguna me tenían que llamar.


Dadle a una madre un país en crisis y sentaos a observar.


3 comentarios:

  1. Espero impaciente a que nos desveles los secretos de esa residencia, que ya me imagino gótica, con gárgolas en el tejado y pasillos alumbrado con velas llenas de goterones de cera.

    ResponderEliminar
  2. No es tan tétrico, pero no te alejas demasiado de la realidad...

    ResponderEliminar
  3. Sin desmerecer el resto , BUENISSSIMA la frase final!!!! Genial!
    BeXos.

    ResponderEliminar