viernes, 3 de septiembre de 2010

Lo más bonito que había en la basura


Está tendida en el suelo, boca arriba, desnuda delante del ventilador. Hace muchísimo calor y cada uno se alivia como puede.

El soplido de las aspas acaricia su pelo y esparce su olor por toda la habitación. Nunca ha usado perfume, colonia, ni desodorante y su champú es el más barato de las tiendas. Es increíble que huela tan bien.

Recuerdo perfectamente la primera vez que la vi. Salí a tirar la basura y me sobresalté al oír lo que parecía un llanto procedente de una de las bolsas que había junto al contenedor. Me acerqué algo nerviosa y aterrorizada ante la idea de que algún alma despiadada hubiera abandonado un bebé como si fuese un desperdicio más. Mi presentimiento no erró, me quedaba corta.
Desaté la bolsa y no podía creerlo, allí estaba ella con dos de sus hermanos. Estaban llorando, fríos y sucios. Tres pequeñas bolitas de pelo hambrientas, pidiendo el calor y el cariño que les habían arrebatado sin motivo. Los entré a casa a pesar de mi alergia y sabiendo que no podría quedarme con ellos. Me saltaron las lágrimas de la impotencia.

Nos costó mucho encontrar buenas personas que acogieran a los dos hermanitos que la acompañaban. Ella era la más menuda, blanca y fría como un copo de nieve. Se quedó sola en la caja de cartón y yo no pude resistirme a esos inmensos ojos azules que imploraban un poco de amor. Todos los que afirman que los gatos son ariscos lo dicen porque no conocen a Nieve.

Apenas pesaba 200 gramos y cabía en la palma de mi mano. La estuve alimentando con un cuentagotas y una especie de leche materna casera que inventamos para ella. Pasaban los meses, se hacía grande y cada día me iba enamorando más de ella.

Han pasado casi dos años y nos conocemos mucho la una a la otra.

Le gusta tumbarse entre el teclado y yo, usando mi brazo como almohada.
Le encanta perseguir el cursor de mi ratón por el monitor, igual que jugar a cazar a SuperMario en la pantalla de la tele cuando estoy jugando a la Wii.
Acude cuando la llamas por su nombre y entiende las regañinas, aunque no las obedece si la travesura le compensa.
Sabe que cuando cojo el bolso voy a salir de casa y me acompaña hasta la entrada para despedirse. Si me entretego más de lo que considera oportuno, salta al picaporte intentando abrir la puerta, recordándome que he de marcharme.
Cuando oye mis llaves en la cerradura, viene corriendo a recibirme con una ración gigante de mimos y besos. Olisquea cualquier bolsa u objeto nuevo que haya traído. No se separa de mi lado un solo segundo mientras estoy en casa. Sé que tiene miedo de estar sola y ella sabe que nunca la voy a abandonar. Cada vez que me marcho, me interroga con la mirada y suplica que no tarde mucho.
Gruñe cuando suena el timbre y ya estamos todos en casa, no vaya a ser que algún desconocido entre. A pesar de eso, es cariñosa y simpática con toda persona que se le acerque.
A veces, en un arrebato de travesura, escapa de casa y sube las escaleras del edificio sabiendo que voy a seguirla donde vaya. Cuando no la sigo, me espera y me observa desafiante, preparada para huir unos cuantos peldaños más arriba en cuanto me acerque. Le encanta jugar conmigo tanto como a mí jugar con ella.
Siempre que tiene oportunidad, aprovecha para pedir pollo o paté, aunque sólo puede comer su pienso porque lo demás le sienta mal y termina vomitando.
Duerme amasando la manta de lana que tejió mi abuela y por eso se la regalé hace ya tiempo.
Sus juguetes favoritos son las pelotitas con cascabel, cuanto más ruidosas mejor. Las persigue pasillo abajo, para cazarlas con la boca y traerlas a mis pies hasta que se las lance y vuelta a empezar.
Se tumba delante de la gente, con la panza boca arriba esperando que la acaricien. Sabe que nadie se resiste a su "monosidad".
Odia el día que toca ducha, pero aunque se queja y trata de dar penita no se resiste.
Puedes tirarle el bigote, aplasturrujarla en un abrazo, pegarle celo en las orejas o hacerla rabiar cuanto quieras, NUNCA te va a sacar las uñas y mucho menos morderte.
Ha aprendido a llamar a las puertas cuando quiere entrar en una habitación.
Cuando estamos en el baño, sube a la tapa del bidé hasta que le abra el grifo porque el agua está mucho más fresquita que la del bebedero.
Siempre duerme la siesta con mi madre, porque sabe que es la que manda en casa y le conviene tenerla de su parte.
Sabe hacernos chantaje emocional cada vez que quiere conseguir algo. Habla muchísimo, pero ninguno de los sonidos que emite dirías que es un maullido.

Estoy convencida de que ella no sabe que es un gato y por eso no actúa como tal.
Si no fuese hembra y de otra especie, le pediría matrimonio.

Ella es simplemente perfecta.

3 comentarios:

  1. Te acabas de ganar el corazón de mi chica, que por cierto pide para ya una foto actualizada de Nieve.

    Besos para las dos.

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  2. Es curioso el cariño que se puede llegar a tomar a un animal. Incluso, como en mi caso, cuando de entrada lo aceptas a regañadientes.

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  3. Jose, Nieve se gana el corazón de todo el mundo, es adorablérrima!

    Ene, mi madre no queria animales en casa y es la primera que la va buscando para darle chuches, cepillarle el pelo...

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